El presidente Andrés Manuel López Obrador puso en el centro de la agenda su propia sucesión, al empezar a barajar los nombres de quienes podrían ser los candidatos de su partido.
Yo soy el destapador que destapará a la corcholata del pueblo, dijo.
En el imaginario político se ha instalado la creencia de que el candidato de Morena será también, de manera automática, presidente de la República, pero esto no es cierto necesariamente.
Si bien durante la hegemonía priista hubo certeza de que el candidato escogido por el presidente sería el sucesor, esto dejó de ser una convicción desde el 2000 y no hay elementos que hagan suponer que las cosas cambiarán.
Una cosa es que Morena sea hoy por hoy el partido político más fuerte y otra cosa es que tenga asegurado el triunfo en el 2024.
De esto último nadie puede tener la certeza y menos si continúan sin resolverse graves problemas como la carencia de medicamentos para sectores muy vulnerables de la población y se controla la violencia en las calles.
En un asomo de autocrítica, de esas que se le dan muy poco, el presidente López Obrador reconoció que si no se pacifica el país, por más que se haga en su sexenio, la cuarta transformación no se podrá acreditar históricamente.
En ese sentido la preocupación no debe ser menor para el Presidente, pues seguramente está consciente que en los próximos meses gobernadores morenistas .asumirán funciones en estados prácticamente secuestrados por el crimen organizado, con ausencia de autoridad local y federal, en los que han fracasado gobiernos estatales de distinto color de los que formaron parte los futuros gobernantes.
La papa está más que caliente y está solo en manos morenistas. Ya no habrá a nadie más a quien echar la culpa de los fracasos.
En esa agenda monta el Presidente el debate por la sucesión, en la que para él solo pesan dos nombres: Claudia Sheimbaum y Marcelo Ebrard, en ese orden.
Desdeña al senador Ricardo Monreal, como lo desdeñó para el gobierno de la ciudad de México, en donde privilegió a Claudia Sheimbaum en una supuesta encuesta que nunca se realizó.
Pero por lo que dice, Monreal no se quedará con las manos amarradas, no se conformará con algo más, como hace tres años cuando se resignó con el liderazgo de los morenos en el Senado.
Ya dijo que sí o sí será candidato presidencial y espera que sea de Morena, pero desde ahora ya se le puede considerar fuera de ese partido y optar por alguna otra sigla existente o por crearse.
Y quizá el próximo año experimente en Quintana Roo esa alternativa con Marybel Villegas Canché.
Parece que falta mucho, pero el futuro está a la vuelta de la esquina.