Rebeldías en el PRI

Café Negro

Rebeldías en el PRI


Óscar González Ortiz

 

Si Cora Amalia Castilla Madrid nos dijera que ha sido una buena funcionaria, le creeríamos. Si se ponderase a sí misma como una administradora competente, estaríamos de acuerdo con ella. Mas lo que asegura ahora, que es la más popular entre los políticos y que por ello debe ser candidata a la diputación federal por el Distrito 02 de Quintana Roo, nos costaría trabajo aceptarlo.

La memoria pública de Chetumal tiene aún fresca su gestión como presidenta municipal de Othón P. Blanco. Cierto: no se recuerda desfalcos, quebrantos o robos; tampoco catástrofes de gobernabilidad o un particular mal funcionamiento de los servicios públicos de Chetumal. Pero, con todo y que es una muy buena persona, trabajadora y honesta, nunca logró prender como líder de los chetumaleños, cual sí lo hicieron en su momento otros alcaldes, como el actual edil Eduardo Espinosa Abuxapqui, sobre todo en su anterior gestión, cuando se encontró con condiciones mucho menos penosas que las del comienzo de esta administración.

No cabe duda que hay mucha gente que quiere bien y apoya a Cora Amalia Castilla, pero hablamos de quienes la conocen personalmente, de cerca. La verdad es que el grueso de la población, si bien no tiene mala opinión de ella, no la adora, como ha dado a entender últimamente. No es un dechado de popularidad. La gente común se acuerda más de los chistes que se hicieron a su costa –como cuando la apodaron “Cora de Ville” por el miniescándalo por el sacrificio de los canes callejeros en la perrera por electrocución– que de su buen gobierno.

Sean ciertos o no, los escándalos de corrupción, dispendios y malas decisiones persiguen al también exalcalde Andrés Ruiz Morcillo. Temas como el zoológico y las luminarias los ciudadanos siguen sintiéndolos como afrentas. No queremos decir que no tenga seguidores, pero es seguro que tiene más detractores. De cualquier manera, es un hecho que no tiene el músculo popular que requeriría para imponer su postulación a diputado.

La realidad es que ambos personajes, con sus virtudes o defectos, pero en todo caso sin arrastre popular, llegaron a la presidencia municipal de Othón P. Blanco gracias a la disciplinada estructura priista, que asumió la decisión del gobernador electo o en turno. Con Carlos Mario Villanueva prácticamente apestado por su pésima gestión y Eduardo Espinosa Abuxapqui fuera de la contienda, la postulación priista para el distrito federal electoral con cabecera en Chetumal sin duda se resolverá a la antigua usanza: El PRI se alineará y apoyará la decisión del gobernador, que en las elecciones locales pasadas demostró controlar plenamente a un partido poderoso y arrollador, ya que ganó los 10 municipios y la mayoría en el congreso.

Ni Castilla ni Ruiz podrán borrar de la memoria del mandatario estatal que lo enfrentaron con mucha agresividad en el proceso interno priista para nominar candidato a gobernador. Al fin cedieron y con ello se “ganaron” sendos premios de consolación, pero dentro del sistema actual sin duda van a la baja. Si persistieran más allá de la tolerancia de la cúpula en forzar las cosas, ahora sí de plano quedarían marginados, por lo menos durante algunos años… y, como dijera Pablo Milanés, el tiempo pasa. Ya han estado estirando la liga de la tolerancia, pero ésta bien podría romperse en su tramo más débil si jalan más de la cuenta.

Andrés Ruiz Morcillo incluso coquetea con el PRD, y ha dejado entender que de no verse favorecido por el Tricolor podría cambiarse al Sol Azteca. Ojalá –por él– que se dé cuenta que no es un Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano –con su liderazgo histórico–, un Andrés Manuel López Obrador –con su carisma y popularidad– o un Gregorio Sánchez Martínez –con sus millones– como para volverse apetecible para otros partidos.

Estos no son sus tiempos, y debieran entenderlo. Hasta hoy no hay coyunturas que obliguen a Roberto Borge Angulo a renunciar a su facultad de decidir.

GRILLOGRAMA

Las candidaturas…

Cayendo están, por si solas

Rayando en lo inevitable

Y dijera un innombrable:

“Señores, ¡no se hagan bolas!”

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