La ignorancia priva en los comentarios por el trágico accidente del Cuauhtémoc en Nueva York

Por Julio César Silva Cetina 

La reciente tragedia en el puerto de Nueva York, donde el buque escuela Cuauhtémoc registró un incidente que cobró la vida de un marino y una cadete, ha dado pie a una avalancha de comentarios en México, muchos de ellos marcados por el desconocimiento y por la tentación de politizar incluso las tragedias, en lugar de hacer un análisis serio y rigor técnico.

Pocos, por no decir que nadie al menos públicamente, se han detenido a entender cómo operan este tipo de maniobras en puertos internacionales. Lo primero que debe decirse, con claridad, es que al momento del accidente, el buque estaba bajo el mando de un práctico del puerto de Nueva York.

Tal como ocurre con los cruceros en Cozumel o cualquier puerto del mundo, es obligación que, al entrar o salir de un puerto, el timón sea tomado por un capitán local —un práctico— con profundo conocimiento del canal de navegación, las corrientes, las condiciones del viento y los riesgos del entorno. No es una excepción, es una regla internacional que garantiza seguridad.

De acuerdo con Miguel Ángel Zetina Cuevas, un conocedor de operaciones marítimas en  el Caribe Mexicano, El Cuauhtémoc, como todo velero de su tipo, debía estar asistido por dos remolcadores, uno a proa y otro a popa, justamente para evitar una pérdida de control como la que presuntamente ocurrió, pero por alguna razón que saldrá a relucir con las investigaciones, en el momento del incidente solo era asistido por uno.

A juzgar por los videos y testimonios, todo parece indicar que el barco perdió propulsión o, más grave aún, que se atoró la marcha en reversa. El movimiento descontrolado hacia atrás terminó generando un golpe devastador contra los mástiles del buque, una tragedia que podría haber sido mucho peor.

En condiciones normales, si la maquinaria hubiese respondido adecuadamente, se habría podido dar avante a toda máquina para frenar el retroceso. Pero eso no fue posible, y la velocidad con la que retrocedía la embarcación sugiere una falla mecánica importante.

No es la primera vez que un buque escuela enfrenta este tipo de situaciones. El velero Cisne Branco de la Armada Brasileña vivió algo similar hace algunos años, al intentar maniobrar en un puerto de Venezuela.

Estos veleros no son buques de guerra ni cruceros de lujo: son embarcaciones de formación con enormes palos, escasa capacidad de maniobra en espacios reducidos y alta dependencia del apoyo externo en puerto.

Cargar culpas a los elementos de la Marina mexicana que lo operan, sin esperar los peritajes correspondientes es no solo irresponsable, sino injusto con quienes han perdido la vida y con quienes enfrentan la dolorosa tarea de explicar lo sucedido.

Hablamos de una tragedia, no de una omisión voluntaria. Y para entenderla con justicia hay que dejar a un lado la ignorancia y asumir el tema con el respeto y la seriedad que merece.

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